Inspirado en Martyn Lloyd-Jones
Cada mañana al levantarnos deberíamos recordar que estamos en la presencia de Dios. Deberíamos decir: “Todo lo que haga, diga o piense en este día lo haré bajo el escrutinio de Dios”. Él lo ve todo. No puedo hacer nada sin que Él lo tenga presente. Si siempre tuviéramos esto en cuenta nuestra vida cambiaría radicalmente. Lo más importante es que siempre estamos en la presencia de Dios. Él lo ve y lo sabe todo, y no podemos eludir su mirada. Los Salmos dan buena cuenta de esta realidad.
Si recordáramos esto, todas nuestras malignidades desaparecerían. No podemos eludir la mirada de Dios. «Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta» (Hebreos 4:13). Dios conoce los pensamientos y las intenciones del corazón. Nada le es oculto.
Cultivar este hábito revolucionaría nuestra vida. Desataría de inmediato un avivamiento espiritual. Las cosas serían muy distintas. Desaparecerían todas las simulaciones y fingimientos, toda hipocresía y toda indignidad en nosotros. Hemos de recordar constantemente que Dios lo ve todo y está consciente de todo. Esto enseña la Biblia; este es el método que lleva a la santidad, no el instar a la gente a ir en pos de experiencias maravillosas que resuelven todos los problemas, sino ser conscientes de que estamos siempre en la presencia de Dios. Quien parte de este supuesto pronto acudirá a Cristo y pedirá ser lleno del Espíritu Santo.