La confianza tanto en lo humano como en lo divino, está relacionada con la fe. Se confía en aquel o aquello que se tiene certeza y se cree. Por el contrario, dejas de confiar en aquellos que te defraudan porque dejas de creer en ellos. Un hombre confiado es por tanto un hombre creyente.
Las Escrituras contienen muchas referencias a las bendiciones que reciben los que confían en Dios. Son bienaventurados, (Prov 16:20), y prosperados, (Prov 28:25). Varios pasajes enfatizan que los que confían en otra cosa que no sea Dios son malditos, pero los que confían en Dios son benditos. Jeremías 17:7
La imagen que el Señor nos muestra en Jeremías sobre la confianza en Dios es la de un árbol plantado al lado de un arroyo. Ese árbol tiene sus hojas verdes y dará fruto a pesar que venga el verano o la sequía. El contraste es aquél que confía en el hombre y se aparta de Dios. Este lo compara a la retama del desierto morando en los sequedales en tierra despoblada.
El que confía en Dios debe dejar de preocuparse ansiosamente por las cosas. Crees que Dios, quien nunca te ha defraudado, quien siempre será fiel, seguirá supliendo su agua de vida a tu vida. Estás plantado junto a la fuente de agua viva y recibes su bendición. El mismo sol que seca y abrasa la hierba será para ti s una fuente de energía que te hará crecer mas.
Por medio de la fe en Jesucristo tenemos gracia para salvación y también tenemos libre acceso al trono de la gracia. Se nos dice que acudamos con confianza para recibir su oportuno socorro y misericordia. Seremos participantes de Cristo si retenemos en Él hasta el fin nuestra fe y confianza.






