Estamos distraídos
Entre el bullicio del mundo, Dios sigue susurrando a quien desea oírle. Las distracciones nos ciegan, pero el silencio abre los ojos del corazón.
Jesús buscaba soledad para orar, hallando allí su fuerza y propósito. También nosotros debemos volver a esa calma donde Su presencia renueva. Solo en Él el alma recobra la paz y la luz que el ruido intenta apagar.
