A veces queremos cambios inmediatos, queremos que nuestras emociones cambien, que los pensamientos negativos desaparezcan, que las dudas se vayan con una sola oración. Pero la Palabra de Dios nos muestra algo diferente: la renovación de la mente se logra en un proceso, no en un instante.
En Filipenses 1:6, Pablo dice estas palabras: “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús”.
Este versículo, por un lado, me encanta y, por otro lado me desafía. Me recuerda que Dios no deja sus obras incompletas. Y también me deja saber que el proceso de renovación que lleva a la transformación seguirá, ¡hasta el día de Cristo!
La realidad es que, a veces pareciera que no hay avance, pareciera que las mismas luchas siguen persiguiéndome, que las mismas dudas están ahí, que esos patrones de pensamiento son tan difíciles de dejar.
Mi amigo, mi amiga, yo lo he vivido, he tenido días buenos donde parece que ya he superado ciertos pensamientos, pero después tengo también días donde mi mente se llena de pensamientos que no vienen de Dios. La realidad es que como dice Pablo el proceso es continuo y no se trata de fuerza de voluntad, sino de constancia espiritual.
Me encanta lo que dice la autora Joyce Meyer, que de hecho escribió un libro sobre la batalla de la mente. Ella dice que necesitamos repetir la Palabra una y otra vez, porque así como el cuerpo necesita alimento diario, la mente también necesita ser alimentada cada día con la verdad. La única forma de deshacernos de las mentiras en nuestra mente es con la decisión de estar en la Palabra de Dios diariamente, encontrando y formando mi vida en las verdades eternas que encontramos en su Palabra.
Porque, de lo que alimentas tu mente cada día, das formas a tus creencias. Y lo que crees, da forma a tu vida.
