En este año de tan abundantes lluvias me he fijado que han salido hierbas y flores hasta en los huecos de hormigón de puentes, aceras y carreteras. Las plantas han hecho su trabajo esparciendo sus semillas por todas partes y la naturaleza con sus lluvias ha activado esas semillas y han germinado.
De esto podemos aprender dos cosas. Por un lado debemos tomar ejemplo de las plantas y esparcir las semillas del evangelio que un día germinarán para vida eterna en otras personas cuando sean regadas por el agua del Espíritu Santo. Por otro lado nosotros mismos somos esas semillas plantadas por el gran hortelano del cielo que deben germinar, para que después de crecer y desarrollarse den buenos frutos para el Señor.
Jesús, hablando de la muerte con la que debía morir les dice en Juan 12:24 “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” Nuestro Señor Jesús fue el ejemplo supremo en la cruz, mostrando que la semilla germina poderosamente al morir dando fruto. La semilla para dar fruto, debe ser enterrada en la oscuridad, pasar el frío invierno con sus heladas y morir. Ha de darse a sí misma, dejar de ser semilla y transformarse dando paso a una nueva vida.
Por eso Jesús continúa la enseñanza en Juan 12:25 “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará”
Se tú esa semilla que de mucho fruto para glorificar a Dios.