El mandamiento de Dios más importante está relacionado con el amor, amar a Dios sobre todas las cosas, y el segundo es semejante, amar al prójimo como a uno mismo.
Dios es amor, y nosotros amamos porque Dios nos amó primero. Como creyentes en un mundo caído, donde enfrentamos oposición y hostilidad, debemos guardar nuestro corazón para que el amor que recibimos de Dios no se enfríe. Ese primer amor que tuvimos un día con el que servíamos al Señor con alegría se puede transformar en simple rutina y activismo si no lo cuidamos.
El servicio del creyente no es simplemente trabajar y hacer cosas, es servir por amor. Cristo, el modelo a seguir, dio su vida por nosotros porque nos amaba. Pablo el apóstol aclara que el ministerio más exitoso, el conocimiento más elevado o el servicio más esforzado sin amor son en vano, no sirven para nada, no tienen valor delante de Dios. El mundo sabrá y conocerá que somos verdaderamente de Dios cuando vea el amor entre los hermanos.
Algunos se engañan, creyendo que Dios les debe algo porque se esfuerzan y trabajan mucho. Están equivocados. Dios no nos debe nada, al contrario, nosotros somos los deudores. Además de nuestra obediencia lo que Dios quiere es nuestro amor, quiere que le sirvamos por amor y no por obligación.
Si el mundo enfrió tu amor, recuerda que Dios te ama y puedes acudir al trono de la gracia para hallar el oportuno socorro. Vuelve a tu primer amor
