La gracia de Dios es inmensa. Al ver una humanidad perdida su amor le impulsó a rescatarla. El hombre, apartado de Dios, motivado por su naturaleza malvada camina irremisiblemente a su muerte y destrucción. El hombre, esclavo del pecado y bajo el dominio del príncipe de este mundo. Dios ama al hombre y quiere tener una relación con él. Esa relación se rompió por el pecado.
En el tiempo antiguo Dios se acercó al hombre para establecer relación con un pueblo mediante un pacto con Moisés. Dios les dio la ley en la cual les ordenó sacrificar animales en expiación de su maldad. Dios miraría la sangre y les daría su gracia. Ellos debían obedecer y tendrían favor de Dios. Pero el pacto fracasó porque una vez mas se alejaron de Dios y solo quedó en rituales religiosos sin amor de corazón.
Jesucristo llevó sobre sí toda la maldad del hombre en la cruz e hizo un nuevo pacto de gracia. Llevó el castigo y nos libró del pecado a cambio de la fe en su nombre. Cuentan los evangelios que al morir, el velo del templo se rasgó, indicando que por Cristo se abrió acceso a la presencia de Dios. La relación con Dios fue restaurada a los que creen en su nombre.
El Dios de toda gracia nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo. Por su gracia disfrutaremos de su gloria por la eternidad. Pero no es necesario esperar hasta la muerte para disfrutar de su presencia y su poder. El Dios de toda gracia envió a su Espíritu para darnos el poder para vivir una vida victoriosa en santidad. ¿Quieres disfrutar de la gracia de Dios?
